tengo el ventilador cerca:
cerca y fuerte.
tan fuerte que la boca se me seca.
y las tetas se ponen duras.
el pelo todavía chorrea. Sigue haciendo la misma temperatura,
que a las 3 de la tarde.
el ventilador está cerca.
tan cerca que lo odio, y odio todo.
y los ojos se te secan y arden, pero ya está.
ya fue todo.
domingo, 30 de diciembre de 2012
lunes, 8 de octubre de 2012
"siempre está la casita de Chile"
¿Viste esa frase de Casablanca que dice “we always have Paris”? Bueno, a mí no siempre me quedará París,
porque ni siquiera fui. La única vez que pude ir estaba en el sur de Francia y
era mochilera con poca plata y no quería ir a París un 14 de febrero. Pelotudeces
de una piba de 20 años.
A lo que iba es que si no es París, uno siempre tiene algún
lugar dónde volver en esos momentos. Muchas veces es una construcción,
totalmente idílica y un poco adornada, pero está ahí cada vez que uno quiere.
Yo puedo hacer una re-construcción exacta de ese espacio, caminar, oler,
sentir, todo ese lugar.
“Siempre está la casita de Chile”. Una casa que es de mi
hermano más grande, que su abuelo compró muy barata en la década del ’70, que
es toda de madera y tiene muy pocos metros cuadrados. Está a siete cuadras de
la playa, pero sobre el acantilado, o sea que desde la calle se ve el mar. Está
entre dos bosques muy grandes de eucaliptos que son también reserva de pájaros. Mis mejores veranos los tuve en esa casa. Vacaciones con mi
papá y mi hermano, pescado y cerveza todas las noches. Neblina y desayunos
todas las mañanas. Playa todo el día.
Cada vez que quiero desaparecer de mi vida y de todos,
vuelvo ahí. Es de noche y preparo el pescado con limón para la parrilla. Hay música
y la luz de la lámpara de la esquina sobre las maderas de las paredes de la
casa, hace que todo sea un poco amarillo y cálido. Está fresco, como siempre en
Chile en verano y siempre se escuchan las olas.
¿Tendrán todos un lugar así dónde ir, cada vez que el
presente es una mierda y es mejor refugiarse en el pasado?
viernes, 7 de septiembre de 2012
un día que no tiene sentido.
caminé muchas muchas cuadras. nunca en linea recta. dibujé por el barrio una linea sin mucho sentido.
sentí las piernas entumecidas y el paragüas colgando de la cartera me golpeaba a cada paso.
me senté en una plaza y fumé un cigarrillo abajo de un árbol del que todavía caían unas gotas.
en el ascensor me faltó la resiparción y corrí al baño a mojarme la cara.
todavía no me saqué las zapatillas mojadas.
sentí las piernas entumecidas y el paragüas colgando de la cartera me golpeaba a cada paso.
me senté en una plaza y fumé un cigarrillo abajo de un árbol del que todavía caían unas gotas.
en el ascensor me faltó la resiparción y corrí al baño a mojarme la cara.
todavía no me saqué las zapatillas mojadas.
sábado, 1 de septiembre de 2012
escala humana.
Puedo sentir el clima de esas noches, que no se parece en
nada al clima de otros lugares que conozco. Camino por esa casa que tiene sobre
todo, escala humana. En el más amplio sentido de la palabra. La luz es naranja y el olor a sal está
impregnado en las paredes. El ruido de los eucaliptos del bosque como una
constante junto con las olas. El jugo del limón y el pescado que tengo entre
las manos, ese pescado que hace un rato fuimos a buscar al puerto. Juan y mi
viejo preparan el fuego en el patio. Se siente olor a leña. Abro un vino y compartimos.
sábado, 21 de julio de 2012
hoy.
Hace horas que
tengo abierto ese flickr. Mientras paseo por un blog de poesía y me indigno leyendo
noticias en La Nación. Escuché una banda que sólo grabó un EP y son rusos.
Después un pianito que en un principio fue amigable y después se volvió insoportable,
como todo. Sigo mirando ese flickr y veo fotos blanco y negro de lugares donde
hace mucho frío, donde el invierno es real, no como Buenos Aires en julio con
17 grados. Escuché Elementales Leches, porque en un blog alguien lo citaba y me
gusta escuchar un rato algún tema de Spinetta, lo hago rodar dos veces. La gata
meo al lado mío y el olor es insoportable. Me fumé un pucho cada vez que me
sentía a gusto y me acordaba de hacerlo. Escuché música del Uruguay, sigo ahí.
Cómo vos estás allá me siento un poquito al lado tuyo, como si tomáramos Pilsen
por la calle y fuéramos a esperar que salga alguna comparsa.
lunes, 16 de julio de 2012
Princesa Rusa del Conurbano
Se habían conocido en un viaje de
esos que organizan para jubilados. Desde que enviudó su vida se había abocado a
hacer excursiones para gente mayor. Termas de Río Hondo, Mar muerto, Santa
Teresita, Cataratas. En uno de esos viajes, ella había ido con el grupo de
Rilo, el cuñado de mi abuelo y un grupo de gente del Club de Jubilados de
Beccar.
Yo era chica cuando la conocí. La
vi contadas veces, en algunos viajes que yo hice a Buenos Aires, fines de año
que iban a pasar las fiestas con nosotros, una vez mi abuelo fue en el Peugeot 404
que tenía desde que lo compró 0 Km. Como ya no le renovaban el carnet, cuando
llegó a San Juan se lo regaló a mi papá.
A mí me resultaba bastante anecdótico que mi
abuelo tuviera “novia”, siempre que lo contaba la gente se reía, yo lo justificaba
diciendo que cuál era el problema, si en definitiva eran viejos y se
acompañaban. Ella vivía en Quilmes, mi
abuelo en Victoria, se veían los fines de semana, salían al casino y el domingo
a la noche cada cual volvía a su casa. Cuando ella se quedaba en lo de mi
abuelo, no dormían juntos, para él era sagrada la cama de su matrimonio y le
preparaba la habitación de visita.
Mi papá siempre se reía un poco
de ella, primero pensaba que por una cuestión de “fidelidad”, los novios de los
padres se tenían que odiar, después entendí que no y yo también dejé de odiar
un poco a los novios de mis padres. Cuando la conocimos tenía sesenta y siete y
al año siguiente tenía sesenta y cinco y así sus años iban disminuyendo. Además
tenía dotes de realeza que no sabíamos de dónde venían, pero cada vez que salíamos
se peleaba con un mozo, o con el remisero y se jactaba de eso justificado por
su exigencia por el buen servicio.
Mi viejo le decía “la princesa rusa del
conurbano”, parece que en ese país las princesas se caracterizaban por sus
desquiciadas exigencias, y ésta no quería ser menos. Se teñía el pelo de
blanco, usaba mucho rouge rojo y un perfume dulzón que me daba nauseas, muchos
anillos y ropa con brillos que combinaba con unas zapatillas blancas horrendas
que parecían de enfermero. Una vez acompañé a mi abuelo a Quilmes, nos tomamos una
combi en Retiro y nos quedamos a dormir una noche allá, su departamento de 50
metros cuadrados era íntegramente rosado y las paredes del living estaban cubiertas
de platos, muchos suvenir de viajes y fotos de su hermana “la que vive en nueva
Shork”, aunque en realidad vivía en los suburbios. No había fotos de su vida
antes de conocer a mi abuelo, ni una foto con su marido, del que había
enviudado muchos años atrás, ni viajes con él, nada.
Fue un enero la última vez que la
vi, me regaló pantuflas del barrio chino. Vinimos a pasar el último año nuevo
con mi abuelo, que ya estaba muy enfermo. Como era una situación especial ella
se quedó unos días en Victoria para poder ir a la clínica, pero nunca se
quedaba sola a cuidarlo. Al parecer sus años ya no se lo permitían, o quizás no
era tarea para una princesa rusa.
En esos días de sala de espera,
Lidia, mi tía nos contó que por un amigo escribano se había enterado que esta
mujer nunca había estado casada con ese doctor. En realidad, ella había sido su
secretaría por 35 años y la amante. Su departamento, se lo había puesto este
tipo, pero estaba a nombre de uno de sus hijos, por lo que luego de la muerte
del doctor, ella había tenido unos líos legales bárbaros con toda esa familia.
Casi un mes después mi abuelo se
murió y ella ni siquiera estuvo ahí cuando pasó. Después vino la tarea de
ordenar la casa y repartir las cosas entre la familia. Ahí ella sí estuvo y
hasta creo que esperaba entrar en la repartija como “viuda” que seguramente se
consideraba. Mi papá iba separando cosas en un montoncito que él creía podían
ser para ella, Lidia, lo iba desarmando. Intentó llevarse un juego de té que
había sido de mi abuela, pero sólo la despacharon con un álbum de fotos de
Cataratas.
martes, 3 de julio de 2012
No hay gris
Busco la llave en el bolsillo de la mochila roja. Bajo. Abro
la puerta y por supuesto que me llevo puesta la mesita de madera redonda. Casi tiro
ese coso que uso de florero. La mochila en la mesa blanca, las llaves y el
celular en el centro de mesa de cerámica. Ahí veo que me había dejado el ipod,
claro si siempre lo dejo ahí. Entro al baño, la puerta de mierda que siempre me
cuesta abrir porque parece que acá se genera vacio. Debe ser por la falta de
ventilación. Hago pis. El papel está sobre la mochila del inodoro, porque porta-papel
nunca hubo, ¿para qué? Para qué una mierda, siempre se me cae el rollo al piso.
Me lavo las manos con agua caliente porque en invierno no me gusta usar el agua
fría. Prendo la estufa con fósforos. La pongo al máximo, me gusta andar en
remera. Tengo que descongelar esta heladera de mierda parece el perito moreno.
El último culito de coca con hielo zafa. Un pucho. La perra está rascando el
vidrio para entrar. Le abro, casi me tira la muy animal y corre al puff, o su
cucha, ese coso que ya es un asco que se lo quede. Prendo la compu, seguro que
speedy se me corta como esta mañana. No, funciona, bah atina. 0 mails. 5 spams.
7 notificaciones de una foto de mierda que subí anoche. Nada interesante…qué me
importa, qué te haces la linda gorda de mierda, jipis del centro de
estudiantes, fiesta del orto menos mal que no fui. Mensajito: nos sobro pizza
de la cena si querés pasa a buscar. Tercer pucho y me voy a dormir.
lunes, 2 de julio de 2012
Abulia
Me levanto a las
siete de la tarde, tengo sueño. Me levanto a las nueve de la mañana, tengo
sueño. No tengo ganas de hacer un porongo. Obeso. Su hija de siete lo tiene de
la mano. Ella tiene los labios pintados de rosa. Su mamá no sabe. Ni siquiera estuvo
para vestirla. Ella sabe hacerlo sola, hace rato. No me pases ese jardinero, no
vez que eso ya no me entra, le dijo la última vez que Olga atino a ser madre
por un ratito. Pero no, ya no le sale.
miércoles, 27 de junio de 2012
expulsado.
De repente estoy en el pasado. Sé que son un par de años, y
soy consciente de su condición de pasado. Una bailanta, un lugar que reconozco
como ajeno, totalmente ajeno, pero estoy ahí por una razón. Ellos también están
ahí por una razón, pero no son tan ajenos al lugar. O por lo menos no lo
demuestran. Se ven felices, yo sólo la finjo.
Yo estoy incómoda. Me reconozco, no sólo en un pasado sino
que sé que hay algo que está mal. Más bien algo va a estar mal. A ese mal lo
miro con pena. O con pesar. Sé que hay algo que después no va a estar bien, no
para mí sino para ellos. Pero siento una culpa, porque sé que hay algo que va a
pasar y yo no puedo hacer nada. Ellos tampoco. Sólo yo.
(texto sin ánimo de ser escrito, sólo de ser expulsado)
martes, 19 de junio de 2012
viernes.
Había tenido todo el día esa sensación de viernes. Pero no
de fin de semana, últimamente esas cosas no me afectan demasiado. Era viernes y
antes del mediodía. Era viernes y hace varios años atrás, antes de ir a la
facultad cuando cursaba a la tarde. Cuando acomodaba las cosas para ir al
taller y esperaba que mi hermano vuelva del colegio y la bocina, señal que mi
papá ya estaba en la puerta. Hoy sonó esa misma bocina, pero no era mi papá.
Esos primeros años en que ya no entraba a mi casa, y yo
hacía un esfuerzo enorme por cada vez que lo nombraba ante mi mamá no decir “el
papá” sino “mi papá”. No sé si como una manera de hacer sonar mi enojo, o
resentimiento, o plantar territorio. Ya no era el papá de la casa, era mi papá.
La primera vez que lo nombré así ella soltó su enojo, como tantas e
interminables veces en la vida, después creo que se acostumbró.
Era viernes al mediodía y era el día en que salíamos a
almorzar los tres. Íbamos rotando de lugar por periodos. A veces una pizzería,
una estación de servicios que servía pannins, o un pseudo-comedor universitario,
cerca de ingeniería, donde yo siempre pedía pastel de papas. Por supuesto que
compartíamos más comidas en su casa, pero esa cita de los viernes era como el
almuerzo en familia que tanto nos hacía falta. Hablar del colegio, de los
estudios, de los proyectos, de nosotros, sólo los tres.
sábado, 16 de junio de 2012
Era invierno y diciembre y faltaba sólo un día para
navidad (hecho que en ese país no tenía la menor relevancia). Llegué
cruzando el estrecho de Magallanes en barco. Llovía
Después
de varios kilómetros y ciudades y pueblos pequeños y ruta y carteles
que no podía descifrar entramos a Marrakech. Eran las 6 de la tarde
(creo) y sentí un ruido ensordecedor que venía de la mezquita. Es la
hora de la oración. Sus rezos se escuchan por altoparlantes por toda la
ciudad. Y ahí estaba yo entrando a "Jamaa el Fna".
Supongo
que porque era invierno y llovía el olor de esa plaza-mercado "Zoco" se
sentía como algo frío y húmedo y en algunos lugares hediondo, o muy
fuerte, rico o simplemente desconocido. Dátiles (en todas
sus clases), frutos secos, orejones, yerba buena, currys, especias,
tahines, animales (monos y gallinas sobre todo), inciensos, tabacos,
hachís, carne de cordero, té, etc. etc.
Todos
esos olores en un lugar atestado de gente, con vapor que se levanta del
suelo, entre los puestos de Zoco. Toda esa mezcla que nunca había
sentido así de viva, se me presentaba ese diciembre hace ya varios años
atrás.
Mientras enumero todo eso, puedo sentir esos mismos olores que ese día conocí así todos juntos y en el marco más lindo posible.
Mientras enumero todo eso, puedo sentir esos mismos olores que ese día conocí así todos juntos y en el marco más lindo posible.
miércoles, 30 de mayo de 2012
memoria odorífera.
![]() |
"After Life". Kore-Eda Hirokazu. 1998. |
Había algo que había estado ahí siempre. Así como esas cosas
que se tienen con total naturalidad, que difícilmente son compartidas o por lo
menos entendidas por uno mismo. No lo entendí como una manía hasta que lo compartí, o me lo hicieron
saber, ya a esta altura no recuerdo bien el orden de las cosas.
Supongo que hubo momentos en que hubiera deseado no
tenerla, pero en general es tan fuerte en mí, que no podría imaginarme sin
ella.
El olfato es tan importante en mis memorias que pude hacer
un catátalogo personal de olores que remiten a mis memorias. Aromas que se
relacionan con personas, lugares, casas, estaciones, años, músicas, de repente
podía escribir la historia de mi vida con ellos.
Pienso mucho en esto, investigo, y ¿cómo puede ser que
siendo el sentido más directo, el que tiene conexión más rápida con el cerebro,
sea el que menos podemos explicar? Si bien hay divisiones olfativas según los
componentes químicos que hay en el ambiente y supongo que desde ahí podríamos
verlo objetivamente, a la hora de compartir o tratar de explicar un aroma nunca
remitimos a objetividades sino a ejemplos que vienen de conocimientos
compartidos. Acaso podría yo explicarle
a alguien que nunca sintió el olor a la montaña en San Juan, cómo es. Y siendo parte tan
importante de nuestras experiencias es, de hecho, la característica que
omitimos cuando compartimos alguna vivencia, a no ser que éste sea muy
determinante, por ejemplo, “qué mal que la paso viajando en colectivos porque
siempre hay olor a baño y me descompone”.
Es el sentido en el que la gente menos piensa. Pero el que
está remitido inmediatamente a nuestra memoria desde las capas más
superficiales hasta las más profundas. El que sea el sentido menos compartido
lo coloca en un área de misterio e independencia que me atrae profundamente.
Si pudiera armar una red de aromas de la memoria, donde cada persona des-tramare un aroma. Un
ejercicio proustiano de memoria y escritura. Un catálogo dónde se
hicieran objetivos a través de las memorias de la gente y los conocimientos
compartidos. La memoria colectiva, pensando en Ricouer. Un catalogo con el que podríamos viajar por ejemplo a un mercado
de antigüedades en Berlin si alguien me pudiera comentar cómo es que huele.
Siempre añoré poder guardar un olor de un lugar, por ejemplo el olor que tenía
mi casa vieja, quisiera tenerlo conmigo cuando extraño estar ahí. Y así me
remito a la memoria de esos olores, a qué es lo que hacía que hubiera esos
aromas: inciensos, libros viejos,
pinturas, papeles, mi perra, la manta jachallera del sillón, el jazmín y el
retamo del patio, el piano que llevaron desde Buenos Aires. Yo mientras
describo a qué olía mi casa puedo ir sintiendo qué son cada uno de ellos y así
en conjunto revivir un tiempito en ese pasado.
+Para ver el proyecto y mandarme tu historia odorífera entrá en http://metaforaytraduccion.tumblr.com/
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