miércoles, 27 de junio de 2012

expulsado.

De repente estoy en el pasado. Sé que son un par de años, y soy consciente de su condición de pasado. Una bailanta, un lugar que reconozco como ajeno, totalmente ajeno, pero estoy ahí por una razón. Ellos también están ahí por una razón, pero no son tan ajenos al lugar. O por lo menos no lo demuestran. Se ven felices, yo sólo la finjo.
Yo estoy incómoda. Me reconozco, no sólo en un pasado sino que sé que hay algo que está mal. Más bien algo va a estar mal. A ese mal lo miro con pena. O con pesar. Sé que hay algo que después no va a estar bien, no para mí sino para ellos. Pero siento una culpa, porque sé que hay algo que va a pasar y yo no puedo hacer nada. Ellos tampoco. Sólo yo. 

(texto sin ánimo de ser escrito, sólo de ser expulsado)

martes, 19 de junio de 2012

viernes.


Había tenido todo el día esa sensación de viernes. Pero no de fin de semana, últimamente esas cosas no me afectan demasiado. Era viernes y antes del mediodía. Era viernes y hace varios años atrás, antes de ir a la facultad cuando cursaba a la tarde. Cuando acomodaba las cosas para ir al taller y esperaba que mi hermano vuelva del colegio y la bocina, señal que mi papá ya estaba en la puerta. Hoy sonó esa misma bocina, pero no era mi papá.

Esos primeros años en que ya no entraba a mi casa, y yo hacía un esfuerzo enorme por cada vez que lo nombraba ante mi mamá no decir “el papá” sino “mi papá”. No sé si como una manera de hacer sonar mi enojo, o resentimiento, o plantar territorio. Ya no era el papá de la casa, era mi papá. La primera vez que lo nombré así ella soltó su enojo, como tantas e interminables veces en la vida, después creo que se acostumbró.

Era viernes al mediodía y era el día en que salíamos a almorzar los tres. Íbamos rotando de lugar por periodos. A veces una pizzería, una estación de servicios que servía pannins, o un pseudo-comedor universitario, cerca de ingeniería, donde yo siempre pedía pastel de papas. Por supuesto que compartíamos más comidas en su casa, pero esa cita de los viernes era como el almuerzo en familia que tanto nos hacía falta. Hablar del colegio, de los estudios, de los proyectos, de nosotros, sólo los tres.

sábado, 16 de junio de 2012

 

Era invierno y diciembre y faltaba sólo un día para navidad (hecho que en ese país no tenía la menor relevancia). Llegué cruzando el estrecho de Magallanes en barco. Llovía


Después de varios kilómetros y ciudades y pueblos pequeños y ruta y carteles que no podía descifrar entramos a Marrakech. Eran las 6 de la tarde (creo) y sentí un ruido ensordecedor que venía de la mezquita. Es la hora de la oración. Sus rezos se escuchan por altoparlantes por toda la ciudad. Y ahí estaba yo entrando a "Jamaa el Fna".

Supongo que porque era invierno y llovía el olor de esa plaza-mercado "Zoco" se sentía como algo frío y húmedo y en algunos lugares hediondo, o muy fuerte, rico o simplemente desconocido.  Dátiles (en todas sus clases), frutos secos, orejones, yerba buena, currys, especias, tahines, animales (monos y gallinas sobre todo), inciensos, tabacos, hachís, carne de cordero, té, etc. etc.

Todos esos olores en un lugar atestado de gente, con vapor que se levanta del suelo, entre los puestos de Zoco. Toda esa mezcla que nunca había sentido así de viva, se me presentaba ese diciembre hace ya varios años atrás.

Mientras enumero todo eso, puedo sentir esos mismos olores que ese día conocí así todos juntos y en el marco más lindo posible.