miércoles, 30 de mayo de 2012

memoria odorífera.


"After Life". Kore-Eda Hirokazu. 1998.
                                                

Había algo que había estado ahí siempre. Así como esas cosas que se tienen con total naturalidad, que difícilmente son compartidas o por lo menos entendidas por uno mismo. No lo entendí como una manía hasta que lo compartí, o me lo hicieron saber, ya a esta altura no recuerdo bien el orden de las cosas.
Supongo que hubo momentos en que hubiera deseado no tenerla, pero en general es tan fuerte en mí, que no podría imaginarme sin ella.
El olfato es tan importante en mis memorias que pude hacer un catátalogo personal de olores que remiten a mis memorias. Aromas que se relacionan con personas, lugares, casas, estaciones, años, músicas, de repente podía escribir la historia de mi vida con ellos.
Pienso mucho en esto, investigo, y ¿cómo puede ser que siendo el sentido más directo, el que tiene conexión más rápida con el cerebro, sea el que menos podemos explicar? Si bien hay divisiones olfativas según los componentes químicos que hay en el ambiente y supongo que desde ahí podríamos verlo objetivamente, a la hora de compartir o tratar de explicar un aroma nunca remitimos a objetividades sino a ejemplos que vienen de conocimientos compartidos.  Acaso podría yo explicarle a alguien que nunca sintió el olor a la montaña en San Juan, cómo es. Y siendo parte tan importante de nuestras experiencias es, de hecho, la característica que omitimos cuando compartimos alguna vivencia, a no ser que éste sea muy determinante, por ejemplo, “qué mal que la paso viajando en colectivos porque siempre hay olor a baño y me descompone”.
Es el sentido en el que la gente menos piensa. Pero el que está remitido inmediatamente a nuestra memoria desde las capas más superficiales hasta las más profundas. El que sea el sentido menos compartido lo coloca en un área de misterio e independencia que me atrae profundamente. 
Si pudiera armar una red de aromas de la memoria,  donde cada persona des-tramare  un aroma. Un ejercicio proustiano de memoria y escritura. Un catálogo dónde se hicieran objetivos a través de las memorias de la gente y los conocimientos compartidos. La memoria colectiva, pensando en Ricouer. Un catalogo con el que podríamos viajar por ejemplo a un mercado de antigüedades en Berlin si alguien me pudiera comentar cómo es que huele. Siempre añoré poder guardar un olor de un lugar, por ejemplo el olor que tenía mi casa vieja, quisiera tenerlo conmigo cuando extraño estar ahí. Y así me remito a la memoria de esos olores, a qué es lo que hacía que hubiera esos aromas:  inciensos, libros viejos, pinturas, papeles, mi perra, la manta jachallera del sillón, el jazmín y el retamo del patio, el piano que llevaron desde Buenos Aires. Yo mientras describo a qué olía mi casa puedo ir sintiendo qué son cada uno de ellos y así en conjunto revivir un tiempito en ese pasado.


+Para ver el proyecto y mandarme tu historia odorífera entrá en http://metaforaytraduccion.tumblr.com/

crónica futbolera aunque no es mi fuerte.



En mi primer viaje a la República Oriental vine a ver el Clásico. Se disputan en el Centenario: Peñarol, que hace de local con tres tribunas, contra Nacional, con dos.
Mi conocimiento del balonpie es bastante pobre. Puedo decir que tengo un par de datos aislados: soy de River desde que ganó el Tricampeonato en 1997 y mis primos me convencieron de hacerme gallina; digo que me gusta San Martín porque soy de San Juan y mi hermano es hincha, pero no sé el nombre de ninguno de los jugadores, y un día antes de viajar a Uruguay me enteré que el Centenario fue el primer estadio mundialista.
Llegamos a Montevideo el domingo tres horas antes que empiece el partido y yo no sé los colores de los equipos disputantes. En la entrada a la ciudad nos cruzamos un colectivo con banderas negras y amaillas y dicen: ¡Ahí van los de Peñarol, los sigamos que llegamos al estadio!. O sea Peñarol igual amarillo negro.
Mientras comemos una hamburguesa previa entrada al partido yo pregunto por qué equipo se supone que debería hinchar, me explican que Peñarol es Boca y Nacional, River. Además el DT es el Muñeco Gallardo. Ok, pero mi entrada es para la platea de Peñarol y debo confesar que ahí entre la gente que alentaba al Carbonero yo no estaba tan segura de ser de los otros, y al minuto diez cuando marcan el primer tanto yo salto de mi asiento al compás de los otros plateístas.
Ya grité un gol y me se su canción “Peñarol es así… El orgullo de todo el país”. Además hay un negro que es medio torpe pero resulta ser un crack. Ya está.
Sin embargo “El Bolso” se ve lindo. No paran de arengar un minuto, tienen globos de tres colores perfectamente distribuidos entre las tres bandejas y encima que está ahí Gallardo estos tipos juegan re bien. Cuando meten un gol también lo festejo, pero para adentro. Estoy adelante de una chica que ante su equipo que no hace mucho mérito se pone cada vez más nerviosa y no para patearme el asiento.
La tarde que había empezado soleada ahora nos presenta lluvia, y mucha. Y la hinchada de Nacional entona: “Esta lluvia de mierda no quiere parar (x2)…Es el Manya que no para de llorar”. Creo que ahora soy de Nacional, le digo a mi compañero de banca ante el gol de Piriz que marca el empate 2-2. No sólo porque los del Bolso ahora arengan más que nunca, sino porque los de Peñarol en vez de hacer lo mismo, putean al técnico, al árbitro, a los jugadores y a la mar en coche. Estos de Olimpo son unos amargos. Peñarol. Claro, ya está, encima confundo el nombre del equipo todo el tiempo, no puedo no ser de Nacional y decir: ¡Gol! Ante el gol de Recoba de tiro libre que marca el 3-2.
Los 25 minutos restantes de Peñarol perdiendo fueron llenos de faltas y lesiones y peleas en la popular y en la platea y la lluvia y la gente que enojada se va antes que termine el partido y los últimos 5 minutos de Nacional que terminó ganando con ocho jugadores, me hicieron su hincha y la primera vez que veía un clásico y un partido con tanta gente terminó siendo un viaje de ida al comienzo de mi carrera como plateísta.

lunes, 28 de mayo de 2012

Hace ocho años saqué una foto. La guardo conmigo. No tenía tanto miedo en la mirada. Ni me había dado miedo sacarla.
Hoy sí saqué una foto, y también la guardo conmigo. Si hay miedo en la mirada. Y si me morí de miedo al sacarla.
Ocho años.