jueves, 2 de junio de 2011

31 de mayo

El treintauno de mayo, como yo le decía a los cuatro, era el día más esperado del año. Empezaba mayo y ya estaba esperando su último día para el festejo. Era una actitud un poco contradictoria porque la verdad nunca me gustaron los cumpleaños, en todos mis años de colegio, siempre faltaba a todos.  Por eso creo que al último ya ni me invitaban.

Hay un par de cosas que se me vienen inmediatamente a la cabeza cuando pienso en mis cumpleaños. Ponis en mi cumpleaños de 2 y un souvenir de My Mellody. Un sillón de las tortugas ninja a los 4. Una choripaneada con los del barrio a los 9. Un pijama party a los 13. Los 15 y mejor olvidar.

De ahí en adelante creo que siempre quise desaparecer en mi cumpleaños. Irme a otro lado, que pase como un día normal. Pero siempre terminaba en algo. Viendo gente que no quería ver, aceptando que vengan por unos mates que al final terminaban en empanadas, pizza, vino, torta. Se convertía en algo que tiene más que ver con un compromiso. Cagada en definitiva.

En mis 24 años, sólo una vez no estuve en mi casa. Cuando era chica y recibí ese sillón. Este año, no estuve en esa que supo ser mi casa y es hoy “la casa de mi mamá”. Aunque también es un poco mía, pero ya no. Estuve en otra que es hoy el lugar donde vivo. Me cuesta decir “mi casa” todavía. Pero sí es el lugar que comparto con la persona que más quiero. Y este cumpleaños la pasé como quería, sin tanto escándalo. Bastante feliz. Recibiendo llamados de la gente que quería. Y escuchando un “feliz cumpleaños amor” cada tanto. Perfecto para mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario