martes, 8 de noviembre de 2011


Se llama Carlos. Tiene 78 años. Arregla electrodomésticos viejos. Su especialidad son los equipos de música. Le gusta mucho el tango. A los 20 trabajó en la construcción. Nunca se casó, por eso se conserva tan bien, dice. Tuvo cinco parejas en su vida, la que más duró fueron 13 años, me muestra su foto. Baila tango desde el año 48. Su especialidad es la milonga. Ahora tiene una compañera, Tati, son sólo amigos. Ellos también bailan juntos, ella dice que él la hace lucir, que la gente en la milonga se pone de pie para verle los pies. Tati tiene 47, es rubia, y  le escribió una carta donde dice que lo admira, me la muestra. A Carlos le gusta Gardel, Troilo también, pero con Gardel tiene algo especial. Se sabe todos y cada uno de sus tangos, y se los sabe al revés. Pone “Amargura”, en un winco de los sesenta, cada estrofa la repite de atrás para adelante. Me muestra sus fotos de la milonga, y tres diplomas que le dieron por trayectoria. También unas tarjetas de cumpleaños, la carta de Tati, y recortes de diario donde alguna vez salió su foto. También una revista, donde escriben en inglés: acá salgo con mis tres amigos de toda la vida, en un café de San Juan y Boedo. En esta nota dice todo como yo lo dije, la periodista, una chica jovencita que no sabía mucho de tango, puso tal cual lo que le conté, porque lo grababa.

Son las seis y cuareta y yo me tengo que ir porque llego tarde, Carlos me quiere seguir mostrando sus pequeños tesoros y hasta me ofrece mate. Entran otros clientes y puedo zafar, me da una tarjeta y me pide que vuelva.

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