domingo, 4 de septiembre de 2011

calma


Un bolso con siete remeras, cinco bombachas, tres cargadores, dos jeans y un documento. Una Suarez en una punta de la cama. Yo en la otra.

Escuché música que hace mucho no escuchaba, esa que en otros momentos de mi vida me hacía feliz. Y hasta me sacó una sonrisa. Y hasta pedía que me digas que me adorás. Y hablaba de esos perfumes que conservan las cosas, los lugares. Que son los mismos que yo siempre guardo. Que no es lo mismo que otros guardan.

Fumamos. Comimos pizza con cerveza. Nos encontramos como cada vez que nos encontramos, que es como si fueses una hermana, de esas que nunca tuve, pero me imagino. De esas con las que no hacen falta muchas palabras. Le pedimos al cielo que la vida nos sonría por un rato. Lloramos, casi.

En otro momento me hubiera encantado el viaje. Volver a ver montañas por un rato. Mi papá. A la casa de mi mamá. Que me cuesta no decirle mi casa. Me cuesta decir eso. Me está costando la vida. Sí. Y a veces tengo ganas que ya no cueste. Que me dé un abrazo. Y diga al oído que mantenga la calma, contenga la respiración y abra los ojos abajo del agua. Como cuando era chiquita, y no me daba miedo.

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